sábado, 30 de marzo de 2013

Palabras de nuestro Asesor Espiritual



Los bendigo en estos días santos.
Sea la Paz Pascual en sus corazones.
Les comparto el sermón de hoy.

Viernes santo 2013

Jesús, el Dios Santo y fascinante, cuelga muerto en una Cruz…
¿Porqué? ¿Qué mal ha hecho? ¿Y qué significa esa muerte? ¿Tiene acaso que ver conmigo, con cada uno de nosotros?
Lo cierto, lo indudable, es que esta muerte se destaca, está distinguida de todas las muertes.
En ella hay una revelación. Un Misterio anonadante. Un abismo de belleza y santidad.
Por eso, nos postramos en la fe ante el acontecimiento de la Cruz, a la vez que, nos dejamos impregnar por esta Hora, la más ardiente de la historia, la Hora tan orada y esperada, la Hora-epicentro, la Hora reconciliadora, la alta Hora que atraerá a todos los mortales, la Hora del cumplimiento, la Hora de la plena revelación de Dios como Amor.

Jesús pende muerto entre el cielo y la tierra…

Es el ofrecido. El manso puente. El Cordero del sí al Padre.
Su entrega lo determina, lo constituye Sumo Sacerdote, cargador de lágrimas hasta el grito. Obediente y amante. Varón de dolores, los dolores que lleva como propios siendo de los otros, los sufrimientos del peso del pecado que lo aplasta, mientras lo levanta su voluntad salvadora, su amor libre, que lo mueve a derramar toda su sangre como expiación.

No nos engañemos. “Cristo murió por nuestros pecados”, dice San Pablo.

Y en la Carta a los Hebreos leemos: “Perfecto… llegó a ser causa de salvación eterna…”.
Su muerte nos incumbe.
Su Glorificación también.
Ha querido Dios no sólo crearnos sino redimirnos.

Conmovidos podemos rezar las palabras del himno Dies Irae:

“Rey de tremenda majestad que salvas…
Concédeme un lugar entre las ovejas
y apártame de los machos cabríos,
colocándome a tu derecha”.

“Era necesario que el Mesías soportará esos sufrimientos…”, le recordará luego Jesús, ya resucitado, a dos discípulos camino de Emaús.

Hay amor en el sí del huerto, hay amor ardiente revelándose ante Caifás, hay amor paciente ante las negaciones de Pedro, hay amor majestuoso ante Pilato, hay amor que no tiene en cuenta el mal recibido, ante las burlas, los látigos, la corona de espinas.
Hay amor soportando, creciendo, cuando carga la cruz por la vía dolorosa. Y hay amor perdonando desde lo alto del Gólgota. Hay Amor. El sufrimiento está asumido en el amor. Y el Amor es anterior a todo, y todo se mantiene en él.
Dios es amor. Cristo lo revela en la Cruz.      

                           Padre Gustavo Seivane

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